El Parque
Histórico Guayaquil, conocido parque temático ubicado en el cantón Samborondón
y actualmente administrado por el Ministerio de Turismo, se inscribe en la
tendencia de producir relatos históricos con la utilización de elementos
museográficos y escénicos, donde la apelación a la memoria es una constante,
tras la escenificación de edificaciones trasladadas desde el centro de
Guayaquil, medida que implementó la extinta “Área Cultural” del Banco Central
del Ecuador.
En el
recorrido por esas casonas, reubicadas en el “Malecón 1900” del Parque
Histórico, se percibe una visión nostálgica del pasado, en tanto se construye
un relato vinculado al discurso de la “guayaquileñidad”, caracterizado por la
búsqueda de una uniforme identidad guayaquileña como ideología que condiciona
la valoración del proceso social, económico y cultural de la ciudad.
La
“puesta en valor” de las edificaciones patrimoniales del Parque Histórico
Guayaquil se complementa con la necesidad de “testimoniar” un pasado que habla
de una comunidad aparentemente desprovista de conflictos sociales, donde las
diferencias de clase no existen, con representaciones teatrales ambientadas en
la época del segundo auge exportador cacaotero -fines del siglo XIX e inicios
del siglo XX-, que significó para el país su incorporación al mercado
internacional y para Guayaquil, su definitiva consolidación urbanística y
despegue económico.
El relato
que los visitantes se llevan del Parque Histórico Guayaquil dialoga con la
historia escrita “desde arriba”. Así, en el “Malecón 1900” y la “Zona de
Tradiciones” se observa la tendencia a ensalzar la imagen del “gran cacao”,
personaje representado como el “buen patrón” que protege a los peones
jornaleros, quienes trabajan en su propiedad agrícola. La “casa hacienda” y la
“casa campesina” –que en realidad, debería llamarse montubia, si reparamos en
su dimensión cultural- son los escenarios de alegres representaciones teatrales
que exponen la visión plana de una sociedad donde los conflictos sociales,
étnicos y de género simplemente no existen.
Uno de
los retos del Parque Histórico Guayaquil consistiría en identificar y presentar
los elementos culturales que posibilitarían el arduo diálogo entre campo y
ciudad. Habría que descubrir la presencia de elementos de la tradición que
perviven en la trama urbana o que coexisten con nuevos modos de ser y habitar
la ciudad moderna.
La
representación del segmento histórico en el Parque podría, entonces, recoger
los últimos aportes de los estudios históricos y socioculturales contemporáneos,
especialmente de la historia social. Pero para que esto ocurra, es preciso
modificar la perspectiva historicista que tiende a agrandar el papel que
cumplen las fuentes históricas, en este caso, las edificaciones arquitectónicas
que allí fueron reubicadas.
Frente a
un discurso grandilocuente que magnifica la contribución de la burguesía local
se suma la concepción de un relato donde no aparecen los otros personajes de
nuestra historia: los artesanos, las mujeres, los obreros, los comerciantes
minoristas, los migrantes pobres, en fin, los sectores que también han sido
olvidados en muchos textos escolares.
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